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Un informe de MIT analiza cómo hacer que la tecnología funcione para la sociedad

El equipo Work of the Future hace una llamada a la acción pública y privada para aprovechar la tecnología y lograr la prosperidad compartida.

Peter Dizikes | MIT News Office
4 de septiembre de 2019

De acuerdo con un nuevo informe de MIT, es poco probable que la automatización elimine millones de puestos de trabajo en un futuro próximo, pero EEUU todavía necesita mejorar bastante su legislación si el objetivo es que los americanos crezcan en el ámbito profesional a medida que avanza la tecnología.

El informe, que presenta las primeras conclusiones del equipo Work of the Future de MIT, reta la sabiduría convencional y construye una imagen con matices de la evolución de la tecnología y el empleo, un tema que hoy en día es objeto de polémica.

‹‹La probabilidad de que los robots, la automatización y la inteligencia artificial (IA) eliminen sectores enteros en un futuro próximo es exagerada››, concluye el equipo. Sin embargo, hay motivos para preocuparse por el impacto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral. En las últimas décadas, la tecnología ha contribuido a la polarización del empleo: ofrece una ayuda desproporcionada a los profesionales más cualificados, pero reduce las oportunidades de muchos otros trabajadores, por lo que las nuevas tecnologías podrían exacerbar esta tendencia.

El informe también hace énfasis en que, en una época en la que la desigualdad de ingresos es acusada a niveles históricos, la falta de trabajo no supone necesariamente un gran desafío, sino que el desafío reside en la calidad tan pobre de muchos trabajos y la consecuente falta de carreras profesionales viables para mucha gente. Con esto en mente, los empleos del futuro pueden beneficiarse de una nueva legislación, un apoyo renovado al trabajo e instituciones reformadas, no solo de las nuevas tecnologías. En términos generales, concluye el equipo, que ‹‹el capitalismo en EEUU debería abordar los intereses de los trabajadores y de los accionistas››.

“En MIT nos inspira la idea de que la tecnología pueda ser una fuerza para hacer el bien. No obstante, si como nación queremos asegurarnos de que las nuevas tecnologías que surgen hoy en día evolucionan de manera que puedan ayudar a crear una sociedad más sana y equitativa, necesitamos ser rápidos a la hora de desarrollar e implementar una legislación sólida y tolerante”, dice Rafael Reif, presidente de MIT, quien pidió que se creara el equipo Work of the Future en 2017.

“Por suerte, las duras consecuencias sociales que nos preocupan no son inevitables”, añade Reif. “La tecnología encarna los valores de aquellos que la crean y las leyes que construimos en torno a ella pueden modificar considerablemente su impacto. Que el resultado sea inclusivo o exclusivo, justo o laissez-faire depende, por tanto, de nosotros. Les estoy profundamente agradecido a los miembros del equipo por sus últimos descubrimientos y su constante esfuerzo por allanar un camino en pendiente.”

“Hay mucha retórica alarmista que afirma que los robots vienen a por nosotros”, añade Elisabeth Beck Reynolds, directora ejecutiva del equipo y del Industrial Performance Center de MIT. “El trabajo de MIT es eliminar parte de estas exageraciones e infundir algo de perspectiva en esta discusión”.

Reynolds también confirma el interés del equipo en crear nuevas leyes que sean “clásicos americanos en cuanto a su predisposición a considerar la innovación y la experimentación”.

ANSIEDAD Y DESIGUALDAD

El núcleo del equipo lo constituye un grupo de académicos de MIT. Sus investigaciones se han basado en datos nuevos, en el conocimiento de expertos en varios sectores tecnológicos y en un análisis minucioso tanto de las empresas centradas en la tecnología como en datos económicos que abarcan la etapa posterior a la guerra.

El informe hace referencia a diversas complicaciones que se presentan en el lugar de trabajo. En EEUU la tasa de desempleo es baja, aunque los trabajadores sufren bastante de ansiedad debido a diversas razones. Una de ellas es la tecnología: un informe realizado en 2018 por el Pew Research Center observó que el 65-90 % de los encuestados procedentes de países industrializados creen que los ordenadores y los robots se harán con muchos puestos de trabajo tradicionalmente ocupados por humanos, mientras que menos de un tercio cree que estas tecnologías generarán empleos mejor pagados.

Otra inquietud es el estancamiento de los ingresos: debido a la inflación, el 92 % de los americanos nacidos en 1940 ganaban más dinero que sus padres, pero solo la mitad de las personas nacidas en 1980 pueden decir lo mismo.

“El constante aumento de la cantidad de trabajos no se ha visto acompañado por un aumento equivalente de la calidad de los mismos”, afirma el informe.

En las últimas décadas, las aplicaciones de la tecnología han alimentado la desigualdad. Por un lado, las innovaciones de alta tecnología han hecho que los empleados “medianamente cualificados” que realizan tareas rutinarias pasen de ser asistentes de oficina a trabajadores de la cadena de montaje pero, por otro lado, estas innovaciones han complementado las actividades de muchos médicos, científicos e ingenieros, profesionales de las finanzas y de otros campos. La tecnología tampoco ha sustituido a los trabajadores menos cualificados, lo que ha llevado a una polarización de la fuerza laboral. Han aumentado los puestos que requieren personal altamente cualificado o personal con pocas aptitudes, han disminuido los empleos para los individuos medianamente cualificados y se ha observado un incremento en los ingresos de los administrativos.

“En los últimos cuarenta años, los avances tecnológicos han derivado en un aumento de la productividad”, afirma el informe. “Pero este aumento no se tradujo en prosperidad compartida”.

De hecho, dice David Autor, profesor de Economía en MIT, director asociado del Departamento de Economía de MIT y copresidente del equipo Work of the future, “Creemos que la gente tiene razones para ser pesimista. A pesar de que el trabajo no escasea, las ganancias se han distribuido de manera tan desigual que la mayoría de la gente no se ha beneficiado demasiado. Si las próximas cuatro décadas de automatización van a parecerse a las últimas cuatro, la gente tiene motivos para preocuparse”.

INNOVACIONES PRODUCTIVAS FRENTE A TECNOLOGÍA ACEPTABLE

La gran pregunta es, por tanto, qué nos tienen reservado las próximas décadas de automatización. Como explica el informe, algunas innovaciones tecnológicas son altamente productivas, mientras que otras son simplemente “tecnologías aceptables” — un término acuñado por los economistas Daron Acemoglu, de MIT, y Pascual Restrepo, de la Universidad de Boston, y empleado para describir la tecnología que reemplaza a los trabajadores sin mejorar notablemente los servicios o aumentar la productividad.

Por ejemplo, la electricidad y las bombillas resultaron ser altamente productivas, ya que hicieron posible la ampliación de otros tipos de trabajos. Sin embargo, las cajas de autoservicio presentes en las farmacias o en los supermercados reemplazan a los trabajadores sin incrementar notablemente la eficiencia para el cliente o la productividad.

“Esta tecnología está claramente destinada a sustituir a los empleados, pero el valor que aporta en cuanto a productividad es bastante modesto”, dice Autor respecto a estos sistemas automatizados. “Es ‘tecnología aceptable’. La era digital ha contado con tecnología fabulosa para complementar aptitudes [las de los administrativos], pero al resto solo le ha aportado tecnología aceptable. No todas las innovaciones que aumentan la productividad reemplazan a los empleados y no todas las innovaciones que reemplazan a los empleados aumentan la productividad”.

Según el informe, existen varios factores que han contribuido a crear este sesgo. “Los ordenadores e internet han hecho posible que se digitalice el trabajo de tal manera que los empleados más formados son más productivos y los empleados menos formados son más fáciles de sustituir por maquinaria”, escriben sus autores.

Teniendo en cuenta el historial de los últimos cuarenta años, ¿auguran la llegada de la robótica y la IA un futuro más próspero o uno más oscuro? El equipo Work of the Future sugiere que la respuesta depende de cómo moldeen las personas ese futuro. Las nuevas tecnologías emergentes aumentarán la producción económica y la riqueza y proporcionarán a la gente el potencial necesario para mejorar la calidad de vida, las condiciones laborales, la seguridad económica, la salud y la esperanza de vida. Sin embargo, que la sociedad se percate de este potencial, señala el informe, depende en gran parte de las instituciones que transforman la riqueza en prosperidad compartida en lugar de en una creciente desigualdad.

Lo que el equipo no prevé es un futuro en el que la experiencia de los seres humanos, su sensatez y creatividad sean menos importantes de lo que son hoy en día.

“Acontecimientos recientes demuestran que los avances clave en la robótica destinada al lugar de trabajo — aquellos que incrementan radicalmente la productividad — dependen de descubrimientos en el ámbito del diseño del trabajo que a menudo lleva años o incluso décadas hacer”, declara el informe.

No cabe duda de que, a medida que los robots ganen en flexibilidad y adaptabilidad, sus funciones en almacenes, hospitales y tiendas minoristas se irán ampliando — por ejemplo, asumirán tareas que impliquen cargar materiales, suministros, transporte, limpieza, así como tareas físicas más exigentes que requieran cosechar y recoger, encorvarse o agacharse.

Los miembros del equipo creen que tales avances en la robótica acabarán por sustituir las tareas relativamente mal remuneradas llevadas a cabo por personas y aumentarán la productividad de otros trabajadores que podrán concentrarse en tareas que aporten más valor añadido. El ritmo al que estas responsabilidades se delegan en las máquinas se acelerará gracias a un crecimiento lento, un mercado laboral ajustado y el rápido envejecimiento de la mano de obra en la mayoría de los países industrializados, incluido EEUU.

Y a pesar de que el machine learning — clasificación de imágenes, análisis en tiempo real, predicción de datos y demás — ha mejorado, puede que solo cambie algunos empleos, no que los elimine: Por ejemplo, los radiólogos hacen mucho más que interpretar rayos X. El equipo observa también que a lo largo del último año los desarrolladores de vehículos autónomos, otro tema candente en los medios, han ido relajando la velocidad a la que avanzan y sus ambiciones.

“El reciente cambio en las expectativas respecto a los vehículos sin conductor también es un buen punto de referencia para otros tipos de sistemas dirigidos mediante IA”, dice David A. Mindell “Esta tecnología es muy prometedora, pero lleva tiempo entender cuál es la combinación óptima de personas y máquinas. Y el momento en que se adopta es un aspecto fundamental a la hora de comprender cómo afecta a los trabajadores”.

PROPUESTAS PARA LA LEGISLACIÓN DEL FUTURO

Aun así, si es poco probable que en el peor de los casos haya un “apocalipsis laboral”, el uso prolongado de la tecnología aceptable podría empeorar el futuro laboral de mucha gente.

Si a la gente le preocupa que la tecnología limite las oportunidades, la movilidad social y la prosperidad compartida, dice el informe, “La historia de la economía confirma que este sentimiento no está mal informado ni mal encaminado. Hay muchos motivos por los que preocuparse acerca de si los avances tecnológicos mejorarán o mermarán las perspectivas de empleo e ingresos para la mayor parte de la fuerza laboral”.

Al mismo tiempo, el informe encontró razones por las que ser “moderadamente optimistas” y afirma que legislación mejorada podría, a su vez, mejorar significativamente la oferta laboral del día de mañana.

“La tecnología es un producto humano”, dice Mindell. “Damos forma al cambio tecnológico a través de nuestras elecciones en cuanto a inversiones, incentivos, valores culturales y objetivos políticos”.

Con este fin, el equipo Work of the Future centra su atención en algunos puntos fundamentales de la legislación. Uno de ellos es la inversión en todo tipo de formación posterior a la educación secundaria para la fuerza laboral, al margen de los cuatro años de carrera universitaria — y no solo en las competencias STEM (ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas), sino también en lectura, escritura y “aptitudes sociales” como el trabajo en equipo y la sensatez.

Los centros de formación profesional son los mayores proveedores de formación del país: cuentan con 12 millones de estudiantes en cursos con y sin créditos y son un punto en el que reforzar la educación de la fuerza laboral. También ha surgido una amplia gama de modelos nuevos destinados a la obtención de credenciales académicos, señala el equipo. Además, el informe enfatiza el valor que tiene que existan múltiples tipos de programas de capacitación para los trabajadores.

No obstante, también advierte que invertir en educación puede ser algo necesario para los empleados, pero no suficiente: “Esperar que ‘formarles hará que encuentren trabajo’ es una base inadecuada sobre la que establecer una fuerza laboral más productiva y económicamente segura”.

Por lo tanto, en términos más generales, el informe sostiene que se debería encontrar un nuevo equilibrio para los intereses del capital y del trabajo. EEUU, añade, “es una economía única ya que venera el puro capitalismo de los accionistas”, a pesar de que los trabajadores y las comunidades también son accionistas.

“Dentro de este paradigma [de puro capitalismo por parte de los accionistas], el coste personal, social y público de los despidos y los cierres de instalaciones no debería desempeñar un papel fundamental en la toma de decisiones”, declara el informe.

El equipo recomienda que se tenga más en cuenta a los empleados como partes interesadas en la toma de decisiones de las empresas. Corregir décadas de erosión del poder de negociación de los trabajadores precisará que haya nuevas instituciones que inclinen la balanza de la innovación hacia hacer que los trabajadores sean más productivos en lugar de menos necesarios. El informe sostiene que ya es hora de que se reforme el sistema de negociación colectiva, consagrado en la ley laboral de EEUU y adoptado durante la Gran Depresión.

El código tributario de EEUU se puede modificar también para ayudar a los trabajadores. En este momento favorece las inversiones en capital en vez de en el empleo — por ejemplo, se puede amortizar la depreciación de capital y la inversión en I + D recibe un crédito tributario, mientras que la inversión en la mano de obra no produce tales beneficios. El equipo recomienda la aprobación de una nueva política fiscal que incentive las inversiones en capital humano, por ejemplo, a través de programas de formación.

Además, también recomienda recuperar el apoyo que recibía el I + D en el pasado y volver a convertir a EEUU en líder en el desarrollo de nuevas tecnologías relacionadas con la IA, “no solo para ser los primeros, sino para guiar a la innovación en direcciones que beneficiarán a la nación: complementando la labor de los trabajadores, aumentando la productividad y fortaleciendo las bases de la economía para alcanzar la prosperidad compartida”.

En última instancia, el objetivo del equipo es fomentar la inversión en tecnología que mejore la productividad y asegurar que los empleados comparten la prosperidad resultante.

“No hay duda de que el progreso tecnológico que aumenta la productividad genera oportunidades”, dice Autor. “Amplía tus posibilidades, pero no garantiza que vayas a tomar las decisiones adecuadas”.

Reynolds añade: “La pregunta para las empresas respecto al futuro es: ¿Cómo van a mejorar la productividad de manera que no se trate simplemente de reducir gastos e introducir tecnología ligeramente mejor, sino que se logre una mejor calidad y una mayor eficiencia?

OTRAS INVESTIGACIONES Y ANÁLISIS

Además de Reynolds, Autor y Mindell, el núcleo del equipo Work of the Future de MIT consta de 18 profesores del instituto que representan a sus cinco escuelas. Además, el proyecto tiene a 22 personas dentro de la junta de asesoramiento procedentes de las filas de los líderes de la industria, antiguos funcionarios del gobierno y académicos; a 14 personas más que pertenecen a una junta de investigación y a ocho estudiantes graduados. El equipo también consultó a ejecutivos, líderes sindicales y de centros de formación entre otros, y sigue otros proyectos influyentes de MIT como la Commission on Industrial Productivity, un estudio intensivo de varios años sobre la industria estadounidense en la década de 1980. El esfuerzo resultó en la difusión de un libro titulado “Made in America” y en la creación del Industrial Performance Center.

En la actualidad, el equipo aprovecha los conocimientos de MIT acerca de diversas áreas tecnológicas y sus puntos fuertes en el ámbito de las ciencias sociales.

“MIT está comprometido con el desarrollo de la tecnología punta”, explica Reynolds. “No necesariamente la que surgirá mañana, sino dentro de cinco, 10 o 25 años. Vemos que hay en el horizonte y nuestros investigadores quieren aportar realismo y contextualizar el discurso público”.

El presente informe es una conclusión provisional del equipo, que tiene previsto realizar investigaciones adicionales a lo largo del próximo año y después publicar la versión final de dicho informe.

“Lo que intentamos hacer con este trabajo”, concluye Reynolds, “es proporcionar una perspectiva holística que no trate solo del mercado laboral o solo de la tecnología, sino que trate de ambas cosas para poder llevar al público un debate más racional y productivo”.

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