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Cada cultura interpreta los plazos de manera diferente

Por Bhaskar Pant, Director Ejecutivo de MIT Professional Education

Tendemos a mirar a otras culturas desde la nuestra propia. Si bien esto es algo natural, puede dar lugar a malentendidos a la hora de comunicarse con y gestionar a compañeros de otros países.

A lo largo de mi experiencia trabajando y enseñando a miembros de diferentes culturas, he encontrado un área importante en la que esto a menudo causa problemas: los plazos.

Para comprender cómo un concepto que supuestamente solo puede interpretarse de dos formas se interpreta de tantas maneras diferentes, primero es necesario entender cómo perciben el tiempo las diferentes culturas. Las occidentales consideran que el tiempo es algo lineal, algo que tiene un principio y un final definidos. Dado que los occidentales ven el tiempo como algo limitado, estructuran sus vidas, especialmente en lo referente a los negocios, en hitos y plazos. No poder cumplir con ellos puede interpretarse como tener una ética de trabajo mediocre o ser unos incompetentes.

Otras culturas ven el tiempo como algo cíclico e infinito. Es más importante hacer las cosas bien y mantener la armonía que preocuparse por hacer las cosas “a tiempo”. En la India, por ejemplo, los plazos se interpretan como “objetivos” a cumplir en el contexto de unas tareas y prioridades contrapuestas y el posible daño que un retraso podría provocar en una relación determinada.

Esto no quiere decir que las culturas que se guían por plazos no se preocupen por hacer un buen trabajo o cultivar relaciones, pero hacer un trabajo a tiempo es el principal impulsor capitalista para ser los primeros en el mercado. Suele tener prioridad sobre la posibilidad de que haya relaciones que se vean afectadas negativamente. A menudo el tiempo es literalmente lo mismo que el dinero en cuanto a costes, margen de beneficios y superar a la competencia en la cuota de mercado.

Cuando estas prioridades (tarea/tiempo vs. relaciones) no están claras o no se tienen en cuenta, ello puede derivar en malentendidos entre profesionales que pueden generar frus-tración, pérdida de confianza entre equipos, incumplimiento de objetivos e incluso sanciones económicas.

Al principio de mi carrera aprendí cómo la percepción del tiempo varía en función de la cultura. Trabajé para una gran empresa norteamericana de electrónica en Ámsterdam, en la que era responsable de dar soporte a clientes en toda Europa, África y Oriente Medio. Esperaba interactuar con una amplia gama de personas y culturas, pero nunca imaginé que incluso dentro de un solo país de Europa, uno tan pequeño como Bélgica, que no está lejos de Ámsterdam, pudieran convivir dos culturas, cada una con una perspectiva distinta sobre el tiempo.

Cuando se me pidió que hiciera una demostración de un sistema de radiodifusión para las emisoras de radio y televisión flamencas y francófonas del gobierno belga, pensé en progra-mar una única demostración en inglés a la que los miembros de ambos servicios pudieran asistir; me pareció la forma más eficiente y rentable de abordar la situación. Sin embargo, los asistentes con los que coordinaba me recomendaron encarecidamente que no lo hiciera. Sin entender por qué, acepté el consejo y programé dos demostraciones distintas: una para la delegación flamenca a las 10:00 y otra para la delegación francesa a las 14:00 del mismo día.

El día de las demostraciones, a las 9:58 no había llegado nadie. A las 9:59 entraron casi en masa en la sala los miembros de la delegación flamenca. Aprendí que la cultura flamenca valoraba mucho la puntualidad. Este rasgo se reflejaba en sus preguntas técnicas y precisas, que se centraban principalmente en cómo los equipos podían mejorar la eficiencia en cuanto al tiempo en comparación con los métodos que utilizaban. Al entender sus valores, adapté el enfoque y el resto de la presentación como correspondía.

Una vez concluida la demostración, supuse que la de los franceses sería parecida y de nuevo me pregunté por qué era necesario programar dos demostraciones.

A las 13:58 no había nadie en la sala. “Estarán aquí a las 14:00,” pensé, pero cuando dieron las 14:00 la sala seguía vacía.

A las 14:06 fueron entrando lentamente los miembros del servicio francófono, riendo y conversando entre ellos. La demostración no empezó oficialmente hasta después de las 14:15 y al contrario que sus homólogos flamencos, la delegación francesa no estaba tan preocupada por la eficiencia de los equipos en cuanto al tiempo como por su habilidad para permitir las sinergias y la creatividad en los departamentos.

Estas dos culturas belgas tenían claramente puntos de vista diferentes sobre el tiempo. Una se guiaba mucho por él; la otra era más flexible al respecto y daba más importancia a las interacciones y relaciones personales. Ambas prioridades son importantes en una empresa, pero ¿qué pasa cuando, por ejemplo, trabajas en una cultura que considera el tiempo y ajustarse a unos plazos más importante y debes interactuar con otra cultura que hace lo contrario?

He aquí algunas formas en las que los profesionales pueden lograr un mayor nivel de entendimiento intercultural al lidiar con el tiempo y los plazos:

1. Haz los deberes. Aprenderás con el tiempo, pero investigar la cultura con la que trabajarás puede ahorrarte muchos traspiés. La manera más rápida de hacerlo es simplemente hablar con la gente con la que trabajarás. Incluso si trabajáis para la misma empresa matriz, dependiendo de la ubicación los protocolos y operaciones cambian. A menudo, la gente comparte aspectos de su cultura cuando ve que quieres que la relación funcione. A su vez, puede estar más predispuesta a simpatizar con vuestras diferencias culturales.

2. Comunícate en el contexto de esa cultura. Para conseguir que personas de culturas distintas cumplan con un plazo importante, deberías apelar a aquello que valoran. Si valoran mantener buenas relaciones, enfatiza cómo el hecho de incumplir un plazo perjudicará las relaciones y resultará en la pérdida de confianza.

3. No asumas que la comunicación digital rompe las barreras culturales. Digamos que envías un email a un japonés y esperas una respuesta rápida a una pregunta sencilla…pero no sabes nada de esa persona hasta el día siguiente o varios días después. ¿A qué ha podido deberse esto? Bueno, la cultura empresarial japonesa premia el consenso. La persona a la que escribiste puede estar consultando a los miembros de su equipo y sus superiores antes de darte una respuesta. Por tanto, están siendo considerados y respetuosos en lugar de insensibles, pero esto no se aprecia a través de emails. Puedes preguntar amablemente qué está provo-cando el retraso y gestionar tus expectativas en consecuencia la próxima vez que te veas en una situación parecida con alguien procedente de Japón o el Lejano Oriente. La clave es la paciencia.

4. Realiza una verificación de estado de vez en cuando. Las cosas cambian constantemente. A menos que tomes la iniciativa de hacer comprobaciones periódicas, puede que acabes siendo la última persona en conocer la última actualización. ¿La gente con la que trabajas sigue en-tendiendo tus prioridades? ¿Sigues entendiendo tú las suyas? Validar tus relaciones de vez en cuando te ayudará a adaptarte a escenarios cambiantes.

No existe un enfoque único para abordar las diferencias interculturales. Cuando trabajas en los contextos de varias culturas, puedes asumir el papel de un camaleón y cambiar de color dependiendo del entorno. Esto es más fácil decirlo que hacerlo, pero se puede lograr una auténtica competencia intercultural no solo a través del conocimiento, sino también a través de la observación continua y practicando la adaptación. No hay atajos.

Bhaskar Pant es el director ejecutivo de MIT Professional Education, donde imparte cursos sobre la importancia de la cultura en el entorno laboral tales como el programa “Culture Matters: Communicating Effectively in a Global Workplace”.

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