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Lo que un tiburón mecánico nos puede enseñar sobre liderazgo e innovación

No hace mucho cuando, una tarde, cansado tras un largo día de trabajo, caí rendido en la cama y encendí la televisión. En pantalla, se iluminaba la imagen de la escena clásica de Tiburón, en la que la actriz, Susan Backlinie, es perseguida por el depredador y arrastrada a las oscuras profundidades marinas. Es una escena famosa por la forma en la que logró aterrorizar al público sin ni siquiera mostrar al conocido tiburón.

En realidad, lo que estaba viendo no era la película. Era un documental sobre cómo esta se había rodado, sobre lo lejos que un impresionante Spielberg de 27 años de edad y su equipo llegaron para crear lo que sería el gran éxito en taquilla del verano.

Aprendí que aquella escena, sin duda una de las más célebres, no era la que Spielberg había previsto de forma inicial. En la escena original, los espectadores visionarían un espectáculo sangriento en la que un tiburón mecánico atacaría ante sus atentas miradas a una mujer. Sin embargo, al parecer, el tiburón mecánico, Bruce, decidió no funcionar correctamente, por lo que el director se vio obligado a encontrar otra manera de narrar la historia.

Spielberg podría haberse cerrado a la escena prevista inicialmente. Al fin y al cabo, era una escena crucial para atrapar al público y captar su atención a lo largo de toda la película. Podría, quizás, haber insistido a los ingenieros en la reparación de las hélices mecánicas, haber exigido que se encontraran un medio para la ejecución de su visión inicial. No lo hizo. En su lugar, llevó a cabo una tormenta de ideas con los profesionales de gran talento de los que se rodeaba y llegó a una visión nueva. Tan atractiva como la original, y con la ventaja añadida de ser viable.

El resultado: una de las escenas más recordadas de la historia del cine

El rodaje estuvo repleto de eventos similares. Situaciones en las que Spielberg y su equipo se vieron forzados a modificar y prescindir de la idea original para adaptarse a las posibilidades. Improvisaron, crearon nuevas ideas en un camino en el que abundaron los contratiempos.

Observé, a medida que avanzaba el documental, lo mucho que se parecía la creación del largometraje a los estudios de caso empresariales. El rodaje de Spielberg ilustraba de una forma perfecta cada punto que trato de trasmitir en las clases de liderazgo e innovación que imparto en MIT. En las empresas, tendemos a mitificar los líderes innovadores como aquellos que cuentan con una visión revolucionaria y se mantienen firmes a ella, sin importarles las dificultades. Sin embargo, como muestra el tiburón mecánico de Spielberg, la realidad de revela mucho más compleja.

De hecho, una visión revolucionaria no se traduce en innovación (por supuesto, tampoco en liderazgo). Las ideas originales, nuevas y únicas son, simplemente, pura creatividad en bruto. Aunque estos chispazos son importantes, no siempre resisten los golpes de realidad. Cualquiera que tenga experiencia en la poco compasiva tarea del desarrollo de un nuevo producto, puede dar testimonio de lo poco común que es que incluso las mejores ideas salgan de este proceso indemnes. Crear algo nuevo no suele ser tan simple como tener una visión y elaborar una manifestación física de esta. Es, en cambio, un proceso casi siempre repetitivo, en el que se suceden ensayos y errores, en el que los fallos predominan más qué el éxito. Por nombrar un caso conocido, Thomas Edison aprendió miles de procesos para no crear una bombilla antes de dar con una forma válida.

La innovación está más relacionada con ser capaz de ejecutar ideas que con que las ideas surjan

Se trata de ofrecer a los clientes aquello que comprarán o utilizarán. Los fundadores de Friendster’s contaban con un concepto muy creativo, pero fueron los profesionales de Facebook los que lograron que una idea similar llegara a ser una de las empresas más grandes del mundo. Henry Ford no era el espíritu creativo que llevaría a la invención del automóvil, pero su liderazgo innovador cristalizó en una forma de producción sin precedentes en la historia. De hecho, incluso la cadena de ensamblaje de Ford se había inspirado a los procesos de tratamiento cárnicos de los mataderos y en la forma en la que aquella industria se organizaba y dividía para seccionar animales. En un proceder similar, Spielberg tomó prestado de su ídolo, Alfred Hitchcock, el potencial para infundir terror que tiene lo desconocido.

Se podría argumentar que estas influencias restan mérito al genio de Ford y Spielberg, pero su capacidad para apoyarse y aprender sobre ideas ajenas es, en gran medida, lo que los convierte en líderes innovadores.

Si la innovación es ejecución, la ejecución, es, a su vez, la resolución de problemas

Es inevitable que la visión de un líder encuentre dificultades: la bombilla no se enciende, los clientes deciden no comprar, el tiburón mecánico no funciona. La diferencia entre el éxito final y el fracaso es la capacidad resolutiva. Iré un paso más allá: lo que constituye a un líder innovador es su habilidad para redefinir un problema. Consiste en percibir una dificultad desde un ángulo que arroja soluciones que antes permanecían ocultas. La genialidad de Spielberg reside en su capacidad de reconocer que su problema fundamental no era el tiburón, sino aterrorizar al espectador.

Existe un equilibrio delicado en todo esto: es lo que en ocasiones llamo la “paradoja” de liderar en la innovación. Los líderes deben confiar en sí mismos. No pueden deshacer sus intenciones, abandonar una idea o una estrategia ante la aparición de un obstáculo. Al mismo tiempo, sin embargo, deben saber rodearse y volcar su confianza en individuos cuyo talento les ayude a reconocer problemas y llegar a soluciones. Eso es exactamente lo que hizo Spielberg: dedicar las noches del rodaje, entre cervezas y whiskey, a idear nuevas escenas cuando las originales tuvieron que ser desechadas.

En el documental, Spielberg admitía que todos sus reconocimientos y producciones de gran presupuesto que le han sucedido a lo largo de su prolífica carrera (entre la que se incluyen E.T., Jurassic Park y La lista de Schindler) fueron posibles gracias al éxito de Tiburón. Ese éxito que trajo consigo la flexibilidad para modificar una visión y colaborar. Un proceso que logró redefinir el taquillazo estival para siempre.

Autor: David Niño
https://professional.mit.edu/instructors/david-niño
David Niño es Senior Lecturer en el programa de Liderazgo Bernard M. Gordon-MIT Engineering. Su carrera docente se ha focalizado en el liderazgo desde hace más de 20 años: en programas universitarios, másteres, doctorados y educación profesional.

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